Quien ha mantenido viva la tradición de la pasta en Nápoles, han sido los “maccaronari” que, con su grito, atraian a los clientes que con sólo unos pocos centimos podían ganar un delicioso plato de espaguetis “cacio e pepe”.
De hecho el término maccaronaro se refería no sólo al que vendia la pasta ya cocida, sino que también al que la producia. Se dividieron en dos categorías: el que tenían una ubicación fija y los vendedores ambulantes. Los primeros la cocinaban en su propio kiosco, en una olla grande, los macarrones venian servidos todavía calientes. Ya que aún no existía el tomate, los únicos condimentos eran aceite, sal, pimienta y los muchos quesos que se rallaban sobre los macarrones regalándole su sabor único e inimitable. Los segundos, en cambio, atravesaban la ciudad con una cesta en el cuello en el cual se transportaban los macarrones cocidos. A pesar de no ser siempre calientes consiguieron gran éxito ya que los “maccheroni” podían alimentar a toda la familia por pocas monedas.
Inicialmente, los macarrones se prepararon a mano, sólo en el siglo XV comenzó a hacerse uso de una herramienta particular dicha “trafila”, en la cual venia comprimida la masa de harina de trigo, lo que hizo el trabajo mucho más ligero.
Si inicialmente los macarrones se produjeron sólo en y alrededor de Nápoles, ahora están siendo exportados alrededor del mundo, a pesar de que los maccaronari han tratado de mantener vivo el secreto de su receta para todo este tiempo.
Fuente: Storie di Napoli